¿Debería ir a visitarte?,
¿vencer mi orgullo
por un momento
para escuchar tu lamento?
Escuché que en tu demencia
aún me recuerdas
y no sé qué decir al respecto,
hace tanto tiempo adopté al silencio
porque era tan huérfano como yo.
¿Debería seguir creyendo que mi pena
terminará en una guillotina?
no puedo vencer mi coraje
aun cuando ya no te guardo resentimiento.
Escuché que te quejaste porque aún no eres bisabuela,
¿desde cuándo te ha importado ser abuela?
pero hice una promesa,
que en las próximas décadas y posiblemente otra vida,
llevaré a mis hijos a tu tumba,
te los presentaré y no podrás lastimarlos con tus palabras,
ni siquiera con tu frío silencio,
Marvick y Alba jamás conocerán a nadie de la familia,
ellos tendrán una visión bonita de la vida.
No me alegra saber qué estás mal,
solo me mantengo indiferente
y trato de decirme que esto no es ser cruel
ante quien me mostró la apatía,
no hay amor, rencor, ni dolor,
no hay nada,
tienes mi corazón vacío,
al menos ya no está roto.
Recuerdo mi infancia en la casa de tu mamá,
ahí no recuerdo haberme sentido tan mal,
siempre olía a café
y mi mamá y yo nos sentábamos a escucharla hablar,
no la recuerdo tanto como quisiera
y si alguien me pregunta por mi abuela paterna
y si yo ando de buenas, pensaré en ella y sonreiré,
tal vez ella era como un beso en la frente,
no conviví tanto con ella,
pero me gustaba estar en su cocina y escucharla hablar,
fui la cuarta bisnieta y nieta
y hay tanta diferencia.
Recuerdo mi infancia en la casa de tu mamá,
en diciembre se llenaba de humo de cigarro
y jamás tuve complicaciones para respirar ahí,
recuerdo el árbol en medio del patio,
arrayanes por todas partes,
aprendí a caminar con cuidado para no pisarlos,
aun así no era tan delicado
como si estuviera tratando de no tocar un cable en falso
que pudiera hacer que la bomba explotara.
Sergio fue afortunado por tener a su abuela hasta sus 48 años,
yo tengo la mitad de su entonces edad
y no me siento afortunada,
porque nunca se ha tratado de la representación de la abuela
sino del ser que la habita,
así que déjame pensar en mamá Ita.
Recuerdo mi infancia en la casa de tu mamá,
jamás me senté en las escaleras porque no hubiera lugar para mí,
solo estaba ahí cuando jugábamos.
Recuerdo que el humo llenaba toda la casa
y uno tampoco podía salir al porche ni al patio
porque ahí también estaba la mayoría fumando,
jamás me importó,
jamás tuve complicaciones para respirar en ese lugar,
en cambio tu casa siempre estuvo llena de neblina
¿acaso fue la artillería?
y si todo se desvanece, ¿por qué este humo no lo hace?
porque me sigue ahogando
y puedo ver a mi fantasma,
si es que alguna vez tuve alma.
He encontrado cierta paz
y deseo lo mismo para ti,
es solo que no me puedo arriesgar
a que me la puedas arrebatar,
porque sé que mi pena
terminará en una guillotina
y jamás fue un crimen
ser sensible ante la crueldad de ustedes
o cuestionarme y querer ser diferente,
no me puedes sentenciar más,
ya estoy en el exilio
y no existo.
Fingías quererme cuando las hermanas de tu esposo hablaban bien de mí,
luego estaba tu hijo que más me despreciaba
cuando finalmente yo era tomada en cuenta,
por una vez en la historia familiar,
¿me odiaste por no formar parte de tu espectáculo?
hace semanas me enojé con Sergio por el lugar que no te está dando,
sí, te he estado defendiendo,
pero no iré a ti a decirlo ni desearte paz.
Cuando me hablan de ti
no sé qué decir al respecto,
hace tanto tiempo adopté al silencio
porque era tan huérfano como yo
y es todo lo que puedo decirte,
lo lamento.
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