Mi alma se desbordó como los canales
queriendo alcanzar el acantilado,
ni siquiera me permitiste ser la cascada
que viera tu caída,
tú solo me convertiste en agua estancada.
Mi alma quería ser desbordada
y solo la doblaste como una carta sin entregar,
luego robaste todos mis sellos,
¿y cómo es que mis manuscritos se han vuelto presagios
si yo jamás pude firmarlos?
Mi alma quería ser una ventana abierta
y ahora solo queda el marco del ventanal,
¿fue el vendaval de la vida arrasando hasta dar
con lo que no te supe dar?
Mi alma se desbordó,
se deslizó
hasta apartarse de mí
y no sé si alguna vez la encontraré
o si volverá a tener ganas de entregarse,
pero no me digas que lo que se (con)tuvo
está en los residuos,
no me lo creo,
aún lo niego.
Un pecho amarillo se posó frente a mi ventana
y me gritó: “Ana, tú jamás fuiste un ser de agua
a pesar de todas tus penas y lágrimas,
si te sientes agua estancada
es por falta de aire,
así que dime, ¿quién fue?”
y finalmente dejé de respirar.
* La presencia de los pechos amarillos no solo se distingue por su color, sino por su grito.
El "chiste" de este poema es que no soy de agua, porque mi elemento por el signo (tauro) es Tierra. Iba a incluir la cuestión del fuego (porque mencioné también el aire), pero ya era demasiado, adiós.
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