top of page
Foto del escritorANMIR MARTZ

Autobiografía

Empecé a caminar al año con dos meses

después de meses de estar yendo a terapia

porque no podía sostenerme,

el piso parecía siempre estar en un terremoto

y mi mamá siempre fue mi equilibrio.

Mi mamá me llevaba a terapia

para que yo caminara,

ella siempre estuvo cuidando mis pasos

y me salvó en cada uno de mis tropiezos.

Mi mamá me llevaba a terapia

para que yo caminara,

ella siempre fue mi guía.

Mis primeros pasos se convirtieron en tropiezos,

pero continúe y ahora estoy de pie.

Empecé a hablar casi a los dos años,

apuesto que mi primer palabra fue agua,

pero mi primera expresión de vida

fue el demostrarle amor a mi familia.


Volví a ir a terapia, esta vez de lenguaje,

otra vez mi mamá llevándome a las citas

y perdiéndose la vida, pero gano la mía.

Tuve algunas fallas al hablar,

después mi error fue callar,

ahora me expreso en poesías ante la vida.


En mis tres años no sé que sucedió,

pero era afortunada,

veía a mi hermano triunfar,

la familia era unida, mi esencia era tierna,

mis padres me entregaban todo su amor

y eran lo más bonito de mi corazón.

A mis tres años me colocaron mangueras ortopédicas

y odiaba caminar con ellas, pero siempre amé mi camino,

porque cada paso era una huella que dejaba en los seres y en mi alma.

A los cuatro años inicié el Kinder,

emprendí mi camino con una lonchera

y la vida nunca me trató más dulce,

tuve mis primeros mejores amigos, Iván y José Miguel,

conocí a quien me iba a acompañar por muchos años en mi vida, Katya,

pero la familia siempre fue lo más importante para mí

y mamá Mercedes siempre fue la más especial para mí.

A los cinco años

seguíamos dando vueltas en el carro de mi abuelo,

recogimos a mis primos en sus escuelas y a veces,

le dábamos vuelta a la ciudad,

él nos contaba sus historias y yo siempre lo admiré,

él nos contaba chistes para hacernos reír y siempre fui feliz,

mi mundo, entonces, estaba completo.

A mis cinco años fui a Tijuana a conocer a mi tía y mis primos,

allí mi vida tuvo otra historia

porque había más personajes en ella.


A los seis años ingresé a la primaria,

el receso era corto y la felicidad era larga,

seguíamos jugando en la hora de salida y cuando llegaban por nosotros

nos íbamos con una sonrisa de que el mañana seguiría siendo el mismo día,

pero con más vida.


A mis siete años la casa de mamá Mercedes era el paraíso

y el pan y coricos de Doña Celia eran la gloria.

Seguía corriendo por la glorieta y jardín de mi abuela

y nada me detenía a florecer.

A mis ocho años vi como a mi abuela se le desgarraba el corazón

y ella solo gritaba de dolor,

me partió el corazón y allí supe que ella tenía el poder de romperme,

pero yo no podía arreglarla.


A mis ocho años volvía ver a mis primos de Tijuana después de tres años,

la mesa de mi casa siempre estaba llena,

mi corazón y estomago también lo estaban.

La familia parecía más

y cada uno entregaba lo mejor de sí mismo para el otro.

El estar todos juntos y ser unidos

siempre ayudo a mi abuela ante sus penas y pérdidas,

el que ella estuviera siempre me hizo estar completa.

A mis ocho años le cantaba a Dios en el coro de la Iglesia,

era feliz al cantarle y orarle,

creía en él, mi alma y mi fe estaban puestas en él,

y de alguna manera, también en mí.

A mis nueve años vi como mi mamá perdió a su única gran amiga,

desde entonces las mañanas eran más solitarias,

perdió a su compañera

y te aseguro que también perdió una parte de ella.

A mis nueve años me cambié de primaria

y tuve otras amistades,

yo decidí mi destino

y no podía llorar por cambiar de hoja, mi historia seguía,

pero sin duda no los deje de querer,

solo continué.


A mis 10 años vi a mi papá perder a su padre en un verano,

desde entonces el sol ya no brilló tanto para él,

era su gran amor, ahora es el gran dolor que más amó.

Cuando terminó el mes de junio

todas las vidas de nuestro alrededor cambiaron,

manchamos hojas de julio

y algunos no supieron como continuar con su historia.

A mis 10 años seguía con mi vida tranquila,

pero hubo una alerta que me puso a temblar,

el cáncer atacó, pero a mis 11 mi abuela lo venció.

Mis 12 años parecieron estar tranquilos,

fue como estar en un barco sin conocer los pronósticos,

el mar estaba tranquilo y se disfrutó del viaje,

pero después hubo un huracán que me hizo llorar a mis 13 años.

Cuando cumplí mis 13 años allí estaba ella,

las velas brillaban y yo sople para pedir mi deseo,

si lo hubiese sabido, hubiera pedido por ella,

tal vez nada hubiera cambiado, pero lo hubiese intentado.


Cuando cumplí mis 13 años

mi abuela me dio mi último buen abrazo de cumpleaños,

me dio lo mejor de sí misma en él,

cada uno de sus abrazos eran mágicos,

hubiese deseado detener el tiempo ahí, donde todo parecía estar bien.

A mis 13 años ella ya no se sentía bien,

pero pensábamos que podíamos triunfar otra vez.

A mis 13 años me dijeron lo peor que podía escuchar

y luego me encerré en la música.

El cáncer estaba extendido en su cuerpo,

acortando su vida.

El cáncer la estaba matando por dentro,

pero le salieron alas en la espalda.

Ella ya no quería vivir,

contó sus últimos cinco días con los dedos de sus manos,

y cuando cerró el puño, se abrieron sus alas.

Ella sabía cuando iba a morir,

ella contó esos días que la iban a dar fin

y allí ella se hizo infinita.

A mis 13 años perdí al ser que más amaba, mi abuela,

y junto con ella, se perdió mi mamá en sí misma,

yo perdí mi alma y a mi sano juicio,

a veces cuando sentimos mucho dolor,

cometemos miles de errores

porque no hay nada que nos importe.

A mis 13 años todo lo que nunca me afectó,

me golpeó, me dolió, se me rompió el corazón.

A mis 13 años murió todo lo bueno que tuve

y nunca sentí lo mejor de mí otra vez.

A mis 14 años parecía que ya no tenía familia,

tampoco me tenía a mí misma,

me obsesioné con el sufrir y tuve miedo de sentir.

A mis 14 años tuve amistades que parecían que durarían,

pero en ese tiempo sabía que todo era efímero,

disfruté del momento y aún los aprecio.

Me perdí tratando de encontrarme,

lo que me unía con mi mamá estaba lleno de tropiezos y obstáculos,

sentí que mi casa era un infierno,

tal vez el demonio solamente era yo.

A mis 15 años supe que no podía seguir así,

un suceso me llego hasta los huesos y mi alma vino al rescate a mí.

Entendí sobre la vida y la muerte,

abracé mi vida y me di amor todos los días.


A mis 15 años el canto de un pájaro me cambió,

él cantaba y yo le di significado a sus palabras.

A mis 16 años deje muchas cosas atrás

y me puse a mí adelante.

Volví a comenzar,

pero no pude superar el miedo a sentir.

Decidí construirme hace tres años

y siento que tengo un imperio.

Decidí cambiar mi actitud

y mejoré mi ser.

Decidí ver más allá,

acercándome a mí.


Aposté por mí

y gané mi vida.

 

Yo solo escribo, mi historia y tu interpretación de la poesía pueden ser distintas, pero siéntete libre de compartirme tu interpretación, opinión, la frase que más te haya gustado o lo que quieras en los comentarios. Gracias por leerme.

Puedes encontrarme en:

Facebook: /anammirandam

Telegram: anmirmartz

Entradas Recientes

Ver todo

Paisaje devorado

Una ciudad olvidada, todos sus árboles están hechos cenizas mientras que su madera descansa en nuestras ventanas tapizadas, paisaje...

Invernadero

Te recargas en mi paredes de cristal y pongo mis manos del otro lado para que creas que te estoy sosteniendo. Tierra fantasmal, neblina...

Río

Te vi en la orilla del río, sumergías tus manos como si estuvieras tratando de alcanzar algo o tal vez solo lo estabas enterrando, así...

टिप्पणियां


bottom of page