El azul inmenso del cielo
ha estado ahogándome,
ante su claridad
me siento con vulnerabilidad,
sé que he estado provocando una tormenta,
las nubes han estado deshaciéndose
como si fueran olas
contra las rocas
y la brisa trata de llegar al desierto,
pero entre soplidos me quedé sin aire
y entre las suplicas sin lágrimas.
No sé a dónde me llevará
esta mirada que no me mira,
no sé donde estoy
desde que no soy yo.
Encontré la calma en un cielo,
su suavidad se sintió como balas
tembló por el gatillo que jale
y me paralicé por el sonido,
traté de no hacer ruido
mientras lloraba.
La arena arde más
que mis cenizas,
un ave clavó sus garras en mí
y se arrancó de sus plumas para regalármelas a mí,
dijo que mi sangre podría hacer sangrar al cielo,
así que ya no quiso volar,
pero ya era demasiado tarde
y huyó en el atardecer,
el cielo rojizo se pintó de gris.
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