Crisálida
- ANMIR MARTZ
- 3 nov 2024
- 4 Min. de lectura
Margaret me contó sobre su gran amor
y cómo él le rompió el corazón,
ella enlazó sus afectos con la naturaleza
convirtiendo un alma todo lo que tocaba,
se recuperó
entre las piezas que transformó en alas,
recolectó mariposas
mientras él no era más que sombras,
¿qué es más fácil atrapar?
él, la imposibilidad
que le brindó otra realidad
cuando ella sufrió lo indecible,
y las únicas criaturas
que le hicieron encontrar su voz, fueron las mariposas.
Eleanor me dijo que si quiero comprender la vida
debo criar orugas,
y siempre estar atenta
ya que cada movimiento es una revelación,
ella fue libre cuando él se fue.
Emma me compartió la mariposa que su pequeño hijo cazó,
me dijo que la describiera detalle por detalle
y me preguntó que si en cuál ciclo estoy.
Les conté que hace mucho apareciste en mi sueño
y había una mariposa en medio de nosotros,
entonces yo te dejaba plantado, como una flor,
mientras la perseguía,
y su vuelo convertía el jardín
en una especie de país de las maravillas,
ningún movimiento la asustó,
sus alas revolearon diferente
y el latir se volvió un frenesí
como si lo necesitáramos para salir de la crisálida.
Y dije:
mantén tus labios posando,
que jamás te he capturado,
mariposa.
¿En esa criatura nos convirtió?
creó nuestras almas,
o tal vez yo te inventé,
era un sueño,
pero si alguna vez vuela una mariposa a tu alrededor,
¿podrías pensar en mí?
Y ahora crío orugas,
detallo sus procesos
tratando de entender sus efectos
mariposas.
Mis escarabajos
y garabateos
me cuentan lo indecible.
Nuestra crisálida
fue confundida
con una hoja,
su envoltura
se convirtió en su sepultura.
Y trato de entender
nuestra crisálida
como si fuera la ropa que sigue tendida,
ropa seca, seda carbonizada
por el sol,
ropa que esperó por los cuerpos
que jamás se extendieron,
jirones que se cosieron las mortajas.
La primera hoja de mi libreta
viene el concepto de crisálida,
proviene de la representación del oro,
y escribí
“deslumbrante esperanza,
alquimia pura,
no puedo esperar
por tu transformación”,
pero todos mis registros
son de mis fracasos,
no le cuentes a Margaret, Eleanor, a Emma,
ni a nadie,
olvídalo todo,
y solo vuela,
que ya no espero que vuelvas.
Crié orugas
para estudiarlas como sarcófagos,
quería entender el valor de lo que guardaban.
Ahora quiero conservar a las mariposas,
dame todo el alcohol (para sumergirlas)
mientras te dejo ir.
Criatura,
mudamos una y otra vez
como si pudiéramos engañar a la muerte.
Crisálida,
nunca llegamos a ser transparentes,
estuvimos camuflados entre las hojas
y nos negamos tanto que no florecimos.
Reviso mis apuntes
una y otra vez,
en uno de los últimos
escribí:
capsula
del tiempo,
las manecillas
forman sus alas,
es hora de romper la crisálida.
Qué desgracia habernos desvanecido antes,
pero no me preguntes cuándo
porque nunca lo supe.
Reviso mis apuntes
una y otra vez,
traté de comprender la vida,
y me tardé,
pero lo he aceptado ya,
solo somos alimentos para los gusanos.
Hoy vi una mariposa amarilla en mi jardín, y quería escribirle un poema (que si haré), también tengo pendiente sobre la mariposa blanca que se posa en las flores blancas, pero a esa aún no la he podido capturar en fotografía. Y antes de escribir esos poemas, necesitaba escribir este, cuando leí Pasión por los insectos tuve las ganas de escribir algo relacionado de ellos, con base a las entomologas, y conmigo, como poeta o lo que sea que soy.
Y fuera de broma y poema, si me gustaría criar orugas. Ya veré. Sobre su conservación dudo mucho hacerlo, porque tendría que matarlos, y no estoy de acuerdo. Si llego a encontrar alguno muerto, con gusto lo vuelvo eterno. Hace meses sí encontré una mariposa amarilla muerta, le escribí un poema. Así que supongo que cada quien hace lo que puede (en mi caso, eternizar en un poema, pues no soy entomóloga).
Y ahora, un poco sobre Margaret, Eleanor y Emma:
Margaret Elizabeth Fountaine (1862-1940) Fue una de las más grandes entomólogas, su vida estuvo llena de exploraciones y descubrimientos, llegando a los 22000 especímenes. Incluso murió mientras recolectaba mariposas, por un ataque cardíaco a los 77 años. Fue una decepción amorosa lo que la llevó hacia la pasión por las mariposas. Incluso en otra pérdida muy significativa, reconoció que su única fuente de felicidad eran las orugas.
Eleanor Glanville (1654-1709) se convirtió en coleccionista hasta que se divorció. Según estudios, fue la primera en criar coleópteros, mariposas y polillas. Encontrando su libertad a través de ellas. Y su genialidad fue tomada locura, según sus hijos no había otra razón para la pasión por el estudio de las mariposas, ya que estas eran consideras como criaturas siniestras que representaban a las almas de los difuntos. Pero sobretodo estaba el prejuicio sobre la incapacidad de las mujeres ante la ciencia.
Mientras que Emma Sarah Hutchinson (1820-1905) mostró interés por los insectos hasta que su hijo de cinco años atrapó una mariposa nocturna. Desde ese momento ella se dedicó a ellos, crió mariposas y polillas, y fue ella quien dio a conocer los ciclos de vida de algunos lepidópteros.
Y qué vivan las mujeres que estudiaron los insectos, las quiero mucho (aunque no les agradaría la representación en el poema, pero aquí no le hacemos a detallar cosas para las ciencias, aunque sí investigo sobre cosas que escribo.
Nada más por decir por ahora.
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