El cuervo llamado Olvido
- ANMIR MARTZ
- 19 feb
- 3 Min. de lectura
Un cuervo me ha dejado una piedra en mi ventana,
dijo que “alguna vez las piedras fueron cráneos,
siguen rodando los olvidos”,
y empezó a tirar de mi piel
como si pudiera encontrarse
con quién se esconde en mi ser.
El cuervo empezó a salpicarse de sangre
para que su plumaje
se tornara brillante,
“¿qué tratas de que se refleje en mí?”
exclamó.
Chirinos me advirtió sobre él,
me dijo que alguna noche
cuando la cena estuviera lista
el cuervo vendría,
lo estuve esperando por demasiado tiempo,
al principio guardaba su plato,
luego comencé a dejarle solamente las sobras,
el tiempo pasaba y yo quedaba más hambrienta,
nada parece satisfactorio cuando estás en espera de algo (más),
con el tiempo me llegué a cansar
y di un salto cuando me estaba quedando dormida,
me percaté que no fue él quien dijo que vendría,
entonces no tendría por qué esperarlo,
mi mesa estaba contra la pared,
solo había una silla,
mi sombra y yo
contemplábamos como
los rasguños lunares
se convertían en caricias que llenaban la noche,
la luna avanzaba,
yo no retrocedía
ni me retorcía
Hasta que ayer un graznido me hizo retumbar,
el cuervo estaba hambriento,
le dije que podía pasar y que le prepararía algo de cenar,
me dijo que no quería mis sobras, sino los restos
de alguien más,
supe de qué hablaba
así que me quedé callada
casi toda la madrugada.
“No estoy preparada”
vacilé,
“no te va a vaciar,
no hay nada qué pueda hacer ya,
no hay nada qué puedas hacer ya,
es demasiado tarde,
no todos los ayeres tendrán mañana,
pero es necesario el alba”,
lo dijo con seguridad.
“Por favor, no,
su recuerdo es lo único que conservo,
a ti no te hace falta,
a mí me hace falta”,
sollocé,
“No, no son recuerdos,
los haz mezclado con tus sueños,
déjame purificarte”,
tratando de calmarme solo me alteró más.
Se cortó una pluma
y la puso sobre mi almohada,
su fin de hacer revelaciones en mi sueño,
no pude dormir,
traté (otra vez) de posponer el fin.
El hambre provocó que el cuervo se pusiera agresivo,
me clavó sus garras en mis ojos,
trato de ver
cierto ser
que solo existe en mí,
no quería arrancarme los ojos,
solo destrozar mi visión.
En la profundidad de la noche
me llevo hacia ti,
se cortó una pluma
y te acarició con ella,
trataba de conseguir una porción de tu sentir,
allí estaba todo.
Nos fuimos de allí,
juntó las dos plumas arrancadas,
no, no pudieron unificarse,
al olvido no le importa la posible conexión,
para él no hay salvación.
El olvido me contó que me había conocido gracias a ti,
pero que no había podido presentarse ante mí
porque yo no estaba lista,
tú me entregaste,
tú te liberaste.
Me mostró cómo fuiste apagando las bombillas de mis recuerdos
y yo iba explotando en tus adentros
y tú estabas bien.
Los rasguños del cuervo resecaron mis ojos,
toda mi carne dejó de ser fresca,
el ave carroñera finalmente pudo conseguir su bocado,
pero solo quería el último resto de ti.
Se cortó otra pluma
para acariciarme,
trataba de conseguir una porción de mi sentir,
allí estaba todo,
allí no había nada.
El cuervo se llama Olvido,
no venía por mi cuerpo,
sino por el alma que no tenía trascendencia,
entonces ¿por qué siento que me llevó consigo?
sé que no,
solo
se llevó el lamento
y me dejó su graznido.
Recargándome en tu olvido
me encuentro, finalmente, conmigo.
Ahora en tu ventana
hay una piedra,
olvidaste lo qué significaba.
Alguna vez las piedras
fueron cráneos,
rondaron mucho los olvidos
y ya no pueden arrollarte.
“alguna vez las piedras fueron cráneos / van rodando los olvidos” en el poema El establo sin caballos
Hace algún tiempo, escribí un poema por un cuervo (dormido) que vi, y usé la representación de “nunca más” (Allan Poe) para su narrativa. Ayer, según yo, lo que escuché fue un cuervo, así que tocaba utilizar la representación de Chirinos. Hace tiempo quería escribir al respecto, pero a veces entre pensar hacer algo a hacerlo hay mucha distancia y no siempre llego a cruzarla, así que el graznido de ayer (aun cuando ya lo utilicé en el último poema) fue una “señal” para retomar el simbología y la vida.
Y bien los dos poemas pueden tener cierta conexión.
“Ayer me llamó a la puerta un cuervo. Dijo llamarse Olvido en sánscrito y me aseguró que no era ningún sueño. Estuve a punto de ahuyentarlo, pero el cuervo estiró sus alas y dijo que volvería más tarde. Cuando estuviera lista la cena. Cuando me sintiera preparado. (…) Pero Olvido nunca llegó. Tal vez no estoy preparado, me dije”
Eduardo Chirinos en Breve tratado de ornitología de Medicinas para quebramientos del halcón (2014).
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