El establo sin caballos
- ANMIR MARTZ
- 13 feb
- 2 Min. de lectura
Nunca dejamos nada atrás,
ha quedado enterrado nada más,
caminamos en círculos
solo para desprender el polvo
y desvanecernos sin jamás ser vistos
como si desde hace siglos
los ojos aún estuvieran puestos en nosotros.
Las tinieblas descansan acá
mientras soñamos con un más allá.
Nuestra arquitectura ha sido fúnebre,
nuestro establo es el cementerio de los caballos.
En la maleza mis pies desaparecen,
¿qué me ata a este lugar?
alguna vez las piedras fueron cráneos,
van rodando los olvidos,
tú y yo solo nos orillamos,
¿dónde estamos?
Nos perdimos
entre
el atisbo
y atibo,
nuestra tierra alta
siempre estuvo hecha para ser un abismo.
Excavo tratando de encontrar la última moneda,
aquella que aventaste tratando de ver tu destino,
necesito ver la última cara que viste,
enfrentarme con tu trágico hado
y con mi triste espectro.
Solo he encontrado tus huesos,
los gusanos lo llenaron de flores,
le echaron una semilla a tu tórax
como si algo pudiera crecer en tu corazón,
ni siquiera tu latido era lo suficientemente profundo,
tu latido era lo mismo que un instante,
bombardeaba a mi presente,
el futuro sigue siendo una bruma.
Me he sentado en la noria
y me he echado a llorar,
aquí es donde me quiero ahogar,
mis ruedas han quedado atrapadas
mientras tus olvidos siguen rondando
y a mi ser arrollando.
Tal vez alguna vez yo trenzaré sus cabellos
y tú atarás a los caballos,
ya es tarde,
el sol ha bajado
tratado de encontrar lo enterrado
y el tiempo sigue pasando,
la hierba crece
y ya no están los caballos que nos ayudaban a cortarla,
mira, todo se ha marchitado,
el viento lo ha desprendido todo,
tu suspiro no me evoca,
¿cómo respirar en tu boca?
Nuestro establo
es un yermo,
la noria no es el oasis
sino el baño de los cuervos,
el agua contiene veneno,
estar sedienta me hace alucinar también.
Los Martínez solían tener caballos de pura sangre,
sus relinchos sonaban igual que cualquier otro,
¿dónde está la relevancia?
desde hace siglos solo se escuchan los lamentos del silencio
y los rechinidos que hago cuando intento abrir las puertas
que me hacen chocar contra los ladrillos
y caer en las heces de la composta,
me hundo como si fuera un sacrificio.
Las luces de la fighter me siguen desorientando,
me han convertido en un ciervo,
y como animal indefenso,
los animales salvajes me devorarán,
nuestro establo no tiene caballos,
no hay nada de vida,
solo está mi muerte.
Y aquí vienen los galopes
y aquí vienen los golpes.
En las notas que hice para este poema, tenían otra idea, pero igual usé las representaciones de aquel establo sin caballos donde crecí, la noria y su sequía, la fighter de mi familia, los ladrillos que es todo lo que queda (y la ceiba, pero acá no escribí de ella).
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