Lo bueno de mi caja de lágrimas
es que está vacía,
húmeda, sí,
pero vacía.
He sido solo un pedazo de carne,
hay algo de mi alma que me (car)come
y mis lágrimas son el escupitajo,
siempre estoy abajo.
Para que mi sonrisa florezca
tiene que haber una sequía en mis ojos.
Estoy en la oscuridad,
enciende el llanto
y que nadie pueda ver ninguna lágrima,
enciéndelas en llamas,
arde más el dolor que queda entre las entrañas.
Si las lágrimas son las semillas,
no quiero saber cuáles serán sus frutos.
Yo jamás he podido ver en blanco y negro,
solo veo a través de los colores de mis moretes
y un que otro bonito atardecer.
Me embarco en mis lágrimas
sin conocer su destino final,
pero antes de llegar,
el barco se inunda
y me quedo en medio de la nada.
No sé a qué océano le pertenecen mis lágrimas,
golpean a mis ojos como si fueran olas violentas,
van y vienen robándome mi libertad.
No sé a qué océano le pertenecen mis lágrimas,
se rompen en mis ojos como si fueran olas,
yo jamás conoceré su profundidad.
Mis lágrimas ya saben el camino,
son sus dolencias quienes siguen en el laberinto.
Déjame llorar,
debo darle vida a cada lágrima
antes que me maten por dentro.
Hay una lucha dentro de mí
y retener las lágrimas no significa resistir.
Hazme llorar,
hay una pena que quiero aliviar.
Te juro por cada lágrima derramada
que jamás había estado mejor
y lo bueno de mi caja de lágrimas
es que está vacía,
pero tanta humedad va a romperla.
Créditos de la ilustración a: Fuyuko Matsui
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