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Foto del escritorANMIR MARTZ

La lluvia del desierto

Mi último amante me hizo sentir

que no había nada de malo en mí,

desempolvé mi ser ante él

y el polvo parecía de estrellas,

me permití ser

y jamás había estado tan bien.


Me hizo ignorar las galaxias

cuando me sentía como una estrella

porque nada más importaba

como cuando ardía y sentía cada chispa.


Jamás esperé ser la luna llena,

cada faceta encajaba bien.

Se sentía bien ser yo,

se sentía tan bien compartir mi ser con él.


Él fue una canción triste

que sabía alegrarme.

Él fue la lluvia de mi desierto

y la arena que no se despega aún de mi cuerpo.


Cuando intento hablar de él me detengo,

solo puedo decir lo que siento

y yo jamás he sido un corazón abierto.


Él fue una brisa,

la calma que hace sentir el mar,

la sincronía del oleaje y de los latidos

en un profundo océano.


Rompí el reloj de arena

para no saber cuánto faltaba,

en mi mente el plan era diferente

porque trataba de detener el tiempo.


Rompí el reloj de arena

para no saber en qué momento iba a terminar,

quería detener el tiempo y vivir en lo eterno de ese tiempo,

en mi mente el plan lucía diferente,

pero cuando el final se acercaba, no lo pude detener,

traté de resguardarnos,

ahora sigo sin saber dónde nos dejamos.


Él fue un incendio,

dejó una quemadura

y fui yo quien quiso entrar a su fuego,

sé que ya hay demasiadas cenizas

y debería dar todo por muerto,

pero él siempre será una chispa avivando a mi corazón.


Él era como la ilusión que sientes al contemplar un atardecer

después de un día sin tóner.

En la incertidumbre de la vida

sabía que podía llegar a él,

no importaba si me sentía lejana a mi misma.


Él me hizo descubrir rincones de mi corazón

y ahora no sé dónde habitamos en el desamor,

esta ausencia es un vacío,

y a la vez, un laberinto.


Él palpitó en un corazón

que no sabía latir

ni sentir.


Mi último amante…

siempre él.

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