Me estaba rompiendo
mientras tallaba tu estatua,
ya no sé qué te forma
ni siquiera cómo luces,
ya no sé nada,
mi nostalgia
se ha vuelto ficticia,
nada es real,
pero en mi lagrimal
cabe tu abismal,
apenas lo puedo soportar,
¿cuándo voy a madurar?
sigo sedienta
ante la clepsidra
y solamente puedo poner arcilla
en mis labios,
darle forma a los sentimientos (y) huecos,
y ni siquiera me atrevo a esculpir un corazón,
¿en el que estaba en ti, alguna vez mi nombre estuvo grabado ahí?
Y tu arcilla
no es más que mi ceniza,
no hemos sido nada más
que una descomposición
y yo procuro más por tu encarnación
que por cualquier cosa de mi vida,
como si tú fueras lo único que pudiera dejar de mí
después de partir,
aun cuando ni siquiera ahora me puedes sentir.
Mi nostalgia
se volvió ficticia,
te echo de menos
porque no puedes ser más.
Y digo que mi nostalgia es ficticia
solo porque no sabes qué es lo que extraño,
¿y cómo podrías saberlo si te convertiste en un extraño?
La verdad sobre ti
está en mi ironía
y la verdad sobre mí
está en una fantasía,
¿en mi nostalgia
está tu malicia?
no puedo recordarlo
y no quiero averiguarlo.
Y si no hay nada en ti en lo puedo creer,
entonces habrá algo de ti que pueda crear
hasta que yo pueda madurar
y aceptar
que mi nostalgia
es nada más que ficticia
y mía.
Necesitaba sentir
algo que no se fuera a ir
y la nostalgia vino a mí
como un rescate de todo lo que perdí,
y como si fuera la soga del salvavidas, me hundí,
pero nada es real,
tú lo fuiste alguna vez,
creo y te creo.
Creo: de creer y crear.
Iba a jugar más con las palabras, pero mejor luego hago otros poemas.
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