Tantos años
y aún le tengo miedo
a la oscuridad que habita dentro de mí.
Aún despierto gritando del miedo,
temblando y reteniendo las lágrimas.
Aún le tengo miedo a mis vacíos,
a lo profundo que son todos ellos.
Aún tengo pesadillas
y cuando despierto
veo todas mis sombras
abalanzándose sobre mi cuerpo.
Tantos años
desde que no estoy en el fondo
de mis vacíos,
pero no he dejado de estar en la superficie
y cayendo, una y otra vez,
afortunadamente no he ido muy lejos,
no como ayer.
Estuve mucho tiempo
en una guerra con mi mente
que aún sigo peleando
con algunos pensamientos
y sé que alguno de ellos no se irán
por mucho que lo intente,
son parte de mí,
lo que he creído que he sido.
Jamás supe de mi fuerza
hasta que con un toque
lo derrumbé todo…
Aún le tengo miedo a mis aguas verdes
porque se parecen al río de Hades,
cada fragmento de mi alma está allí nadando,
el agua se vuelve violenta cuando me reflejo en ella
y mi alma me pide la clemencia que jamás creí merecer.
Hay una parte de mí
a la que jamás quiero volver a conocer
y a la vez temo ser siempre así.
Aún le tengo miedo a mis demonios
y sigo sin saber si mi infierno
está apagado o calcinado.
Aún le tengo miedo a mi infierno,
he dicho que estoy fuera de él
como si no estuviera en un rincón de mi ser,
aguardando, preparándose para mí y mi fin.
Con todos mis hilos sueltos
pude construir telarañas
que me pudieran sostener
y en todo este tiempo
solo he andado de puntillas
ante la fragilidad.
Nada es como antes,
lo sé,
pero mi mente sigue teniendo
el poder de consumirme.
Nada es como lo que fue
y temo que vuelva a ser.
La piel de mis párpados
está hecha trizas
por todas aquellas veces
que la he arrancado
para que los ojos no (me) dolieran tanto.
Nada puedo revertir
y temo que todo se vuelva a repetir,
tantos años
y aún le tengo miedo a la oscuridad
que habita dentro de mí.
Actualmente si muriera
podría agradecer ciertas cosas
de la vida vivida y sentida,
esos rayos de luz que he tenido,
incluso mis nubes grises,
porque nada es tan oscuro
como lo que fue.
Mi alma ha sentido
que ha valido
su existencia
y aquel tiempo
jamás lo hubiera creído,
todo era demasiado oscuro,
mi peor lado tenía todo el control.
Mis manos llenas de sangre
pidiendo más porque era incapaz de sentir
o porque quería dejar de sentir,
tratando de sentirme viva
y a la vez tratando de morir,
yo no sé por qué sigo aquí.
Y sé que he sanado,
pero las pesadillas
siguen pegadas a mis ojos.
Y esos golpes siguen retumbando en mí,
aunque mi cuerpo trate de mantenerse insensible.
Y he vendado todas mis heridas,
pero es el broche el que sella tan bien
que me causa cicatrices
que nunca debieron estar en ninguna piel ni ser.
He tenido tanto miedo
de que alguien golpee
mis puntos débiles,
que los he cubierto de moretones,
nadie me ha provocado tanto daño
como yo misma lo hago.
Ya no quiero sentir como me siento
y estoy luchando contra esto,
perdiendo en este juego.
En todos estos años
he aprendiendo a tomar el control
porque aún le tengo bastante miedo
a la oscuridad que habita en mí.
Y no quiero hablar de eso,
porque aún tengo miedo de mi infierno,
de mis demonios,
de mi oscuridad
y de lo que hay dentro de mí
aguardando por mí
y mi fin.
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