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Foto del escritorANMIR MARTZ

La ventana sellada

Esta ventana no se abre,

¿y para qué quiero abrirla?

va más allá del cristal,

del viento que me arranca.


Esta ventana está llena de polvo,

los árboles que me entrega

están marchitados.

He tratado de dibujar en su cristal,

el rechinido ha asustado a las palomas,

ahora me desprecian,

si salgo de acá, me encajarán sus garras,

estoy tan sellada

como la ventana,

tal vez necesito que me hieran,

que me den grietas

para así salir de mí misma.


La ventana está sellada

como la carta que trae la postal

de la ciudad que jamás conocerás.

Tienes el sobre en tus manos

y nunca podrás sentir lo que debía transmitirte,

aquello que era para ti

está en un bloqueo.

Yo me desespero,

jamás he sabido abrir un sobre sin romperlo,

ahora mis manos están atadas

como las cartas no entregadas.

   

La ventana está sellada,

te juro que he tratado de abrirla,

uso mis uñas

y pierdo hasta mis huellas,

¿cuál es la prueba que debo de dejar

para que sepas que estuve acá?


Te juro que he tratado de romper su cristal,

pero es cruel

y corta mis manos

y todavía quiere más.


Te juro que he tratado de romper su cristal,

pero es cruel,

trata de arrancarme los ojos,

dice que es la única manera

para ya no tener la vista que me proyecta,

porque me he cansado de ella.

Quiere darme la paz

por la cual he suplicado

y, a la vez, que jamás se acaben los ruegos

de sus juegos.


El viento la golpea

y en su gran pelea

sé que caerá

sobre mí,

y estoy tan paralizada

como ella.


Sigo durmiendo debajo de esa ventana,

no es como si me pudiera dar

una buena vista para soñar

si estuviera en cualquier otro lugar.

Su vista fantasmal

ha creado un cementerio.


Esa ventana

es mi cabecera,

está empolvada,

y como está sellada,

no me deja respirar el polvo,

dice que yo debería de ser más agradecida,

y cuando lo intento,

me demuestra que jamás cambiará

y que nada es real,

yo hace mucho dejé de intentar proyectar algo en ella,

incluso la luna solo es una mancha,

todas las noches intento de limpiarla

y cuando creo que finalmente lo hice,

el alba viene a robarme mi victoria,

me vence, me deja derrumbada,

pero al menos me deja dormir,

y sueño que esto es un sueño,

cuando despierto, mi vista está nublada,

no cambia nada

y estoy tan cansada.


Pongo mis manos sobre la ventana sellada,

trato de empujarla,

que el espacio crezca,

solo quiero que ya deje de sofocarme.


Esta ventana no se abre,

¿y para qué quiero abrirla?

va más allá del cristal,

del viento que me niega,

me aparta

de mi diafragma,

de mi panorama.


Y la destrozo,

y la abro,

trato de expandirme en ella,

pero es solo una ventana,

no cambia nada.


Parece otra vida

con esta vista,

pero es la misma ventana

que me tiene encerrada.

Y acá hay dos vistas,

dos mundos

y a ninguno puedo acceder,

me separa el cristal,

me arranca mi fragilidad

para que en mí se coloque la fatalidad.


El sol se asoma por la ventana

y dice “en esta casa no hay nada que alumbrar”.

Debí haberla dejado como estaba,

no, no puedo salir de mí.

 

Las dos vistas, los dos mundos.





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