Vendimos nuestra casa
y ambos nos quedamos con su llave,
sabemos que los nuevos dueños
cambiarán la cerradura,
entonces, ¿para qué conservarla?
La llave se ha convertido
en el signo del hogar que nos deshabitó,
ya no abre ninguna puerta,
nada más a las memorias y heridas,
es momento de liberarnos de ella(s).
Este metal ya no vale nada,
esos dientes apretados
no pueden ni siquiera forzar una sonrisa.
Nosotros quisimos utilizar la llave
como si fuera una navaja
y desde entonces la misma puerta
nos transportó a un sitio muy distinto,
¿en dónde nos hemos quedado?
Cambiamos como todos lo hacen,
luego ya no pude distinguirte
y no te volviste a presentar ante mí,
mi ser empezó a cohibirse con tu compañía
y enfrente de ti sufría por tu ausencia,
jamás había estado tan sola
y sabemos que puedo estar sin ti.
Tus muros
y mis pasadizos,
¿qué es lo que realmente compartimos?
Vendimos nuestra casa
y nos quedamos con la llave
que abría la puerta que supo cerrarnos,
¿para qué la guardamos?,
¿es el amuleto de la mala suerte
o el recordatorio del lugar que no pudimos salvar?
Créditos de la ilustración a: Pietro Tenuta (@maniacodamore)
“Si no cierra ni abre nada, ¿para qué la he de guardar?
Esta llave sin llavero ¡nada es de lo que fue!
Me parece un amuleto sin virtud y sin respeto; como mi querer de acero,
Nada abre, no resuena… ¡me parece un alma en pena!
AMADO NERVO
en Vieja Llave
de Antología Poética.
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