Merce,
alguna vez fuiste mi voz,
cuando te marchaste tardé en entender
que eras tú quien me permitía en el silencio escucharme,
encontrarme,
salvarme.
Merce,
la pureza de tu amor
me convirtió en mi alma,
cuando te marchaste
tocaste cada fibra de mi ser
y sangré, tardé en crecer.
Merce,
la luz de tus ojos
sabía cómo acompañar
al fuego de mi corazón,
me abrazabas
y cuando te fuiste me abrasabas.
Merce,
fuiste mi equilibrio
y después de ti
me he aferrado a hilos sueltos,
caigo para ir más lejos,
a lo profundo,
a lo único cierto.
Merce,
tocaste mi corazón
y me lo entregaste,
dijiste que ahí estaría todo lo que necesitaba
y que en el amor encontramos cierta fuerza
para soportar con lo que no podemos más,
esa fue tu última lección y mi mejor canción.
Me enseñaste a creer,
me enseñaste a temer,
y sobretodo me enseñaste a ser fuerte.
Me enseñaste contemplar la naturaleza
para hacer florecer a mi alma,
agradezco que estés en mis raíces
y que seas de otoño
porque me enseñas a ver con otros ojos.
Me enseñaste a vivir,
me enseñaste a morir
y sobretodo me enseñaste a resistir.
Me enseñaste a crecer
y a conservar lo esencial de mi ser.
Merce,
amándote voy
y sintiéndome estoy.
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