Araño la niebla
tratando de sentir una caricia
o al menos un escalofrío,
todo se esparce con el rumor del viento
y nos alejamos,
no nos atrevemos hablar de nuestros malentendidos.
Las estatuas condensadas
han estallado en lágrimas,
el vapor solo me trae desaliento.
Y grito por las partículas en el aire
y me silencian las palabras en el aire,
nada me pertenece,
¿qué es lo que permanece?
Trato de palpar un paisaje
que ni siquiera puedo plasmar.
Todo va perdiéndose
en nuestra tierra santa.
Nuestra suspensión
resalta cada sombra.
Todo se aleja,
de la niebla salen hebras,
trato de seguir el hilo
que me lleve hacia ti,
pero me van enredando en sus telarañas,
¿desde dónde estás puedes ver nuestros fantasmas?
Las señales de humo
se desconfiguraron
con el vapor que salía de nuestras bocas,
¿qué palabras salieron de ellas?
La frialdad empieza a adentrarse en mí,
ya no siento mi cuerpo
ni sus adentros.
Pierdo cada sensación
incluso hasta la razón.
Niebla escocesa,
todo ha desparecido.
Te vas cerrando ante mis ojos
y no logro cerrar mis ojos.
Creía que estábamos en una tierra santa,
el paisaje en la niebla
va desdibujado nuestra vida.
Queda un recuerdo lejano,
corre por el campo,
se esparce con el rumor de las hojas
como si en la niebla escocesa se pudiera ver el verdor.
Nuestra suspensión también ha desparecido,
es solo que ya no existimos,
tal vez nunca lo hicimos.
No recuerdo en qué libro o poemario leí “niebla escocesa” y como me gusta Escocia, dije “tengo que utilizar ese concepto en algún poema”.
La “niebla escocesa” puede referirse a algo que es casi imposible de encontrar o algo inexistente, aquello que solo se imagino. Así como aquello que tienes enfrente y no puedes ver. Aquello ignorado o subestimado, por lo mismo se utiliza también es cuestiones sarcásticas.
La niebla en Escocia es muy densa, tendré que verla para a su vez, no verla.
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