Llegabas tarde en cada atardecer,
lo rojo del cielo terminó rompiendo mi corazón por su oscuridad.
Cada postal terminaba en un “ojalá hubieras estado ahí”,
vivía de nostalgia hasta que todo lo que podía haber disfrutado murió.
Llegabas tarde a cada atardecer,
los colores que jamás admiraste
se desvanecían
y cada espacio donde pudiste haber estado
se convirtió en un vacío por tu ausencia,
el mensaje de buenas noches
siempre terminaba con “desearía que estuvieras aquí”.
Llegabas tarde a cada atardecer,
eras el único de pie en aquel teatro
porque la función ya había terminado,
pero me ayudaste a quitar aquella cartelera
y jamás supiste qué expresa el título.
Llegabas tarde a cada atardecer,
lo rojo de mis heridas
oscurecieron mi ser,
el ocaso fue un caso perdido para nosotros.
Tomé fotografías
que jamás quisiste imprimir,
escribí cartas
que jamás pudiste abrir,
no importa lo que solía expresar,
la posdata resumía lo que sentía,
“ojalá hubieras estado ahí”.
Te perdiste de grandes detalles,
ningún atardecer lucirá igual
y quien se los perdió no fui yo,
así que tomaré su fuerza de irme de donde jamás estuviste.
El cielo dejó de arder en el atardecer,
cada ceniza se convirtió en una estrella
que tampoco sabrás apreciar,
pero yo ya no desearé que estés ahí.
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