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Foto del escritorANMIR MARTZ

Orfandad, 1941.

En esta orfandad

¿quién se quedará?,

¿qué me quedará

en el alma fúnebre:

otra muerte?


¿Quién me tomará en los brazos?,

¿acaso has olvidado a tu propia hija?,

¿en qué pecho descubriré mi propio latido?,

todo empieza a ser tan doloroso,

en este punto de partida

recojo cada herida

para saber cuál es mi sangre,

la que me abandonó.


El cuerpo de mi madre se hace polvo

mientras la tierra se convierte en escarcha,

es todo lo que me puede abrigar,

oh, cuánta frialdad,

ah, ¿cuánto más?


He olvidado la voz de quien me escuchó llorar por primera vez,

nunca más mi llanto será atendido, comprendido,

¿en cuánta indiferencia me convertirás?

en mí ninguna lágrima más habrá.


Imagino una vida, solo en pasado,

y el futuro se empieza a despedazar

mostrándome todos los huecos

donde te buscaré sin esperanza alguna,

me arrodillaré en una laguna

y mis suplicas solo serán atendidas

por el Dios del olvido,

toda esta ausencia transitoria

vivirá en mi antología,

¿no fuiste tú mi punto de partida,

siempre?, madre.


El rumor del viento me volverá una palabra

y tu aire suspendido traerá todo lo que no me dirás,

la pureza del silencio

se convierte en la naturaleza hablando,

¿sigues a mi lado?


Nadie me contará nada sobre ti,

te convertirás en una deidad

a la que no sabré qué llevarle a su altar,

¿he sido parte de un sacrificio?,

el cuerpo que necesitaba tu alma para ser elevada,

¿te reunirás con los Dioses

y les pedirás por mi paz?

aunque no sé qué es lo que más necesito en esta orfandad.


La casa desgastada empieza

a engrandecer sus paredes,

nadie sabe quién está del otro lado,

nadie sabe qué tenemos dentro de nosotros mismos.


El rocío de la rosa empieza

a convertirse en una lágrima,

me conmueve,

guardaré todo en mí

porque nadie podrá comprenderme,

solo tendré su lástima,

“ella no tiene mamá”,

dirán, como si los infantes en 1941

no hicieran otra cosa más que trabajar,

y Poncho no quiere jugar,

dice que como el hermano mayor que él es

tiene que cuidarme,

oh, madre, has dejado dos desprotegidos, unidos.


Me acuesto en el campo,

el viento mece al pasto,

cierro los ojos

e imagino que son olas

y que me llevan,

estoy demasiado lejos de todo,

estoy a tu lado.


 

Según yo, alguna vez escribiré un poemario sobre mi abuela. Y si lo hago, este poema estará.

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