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Foto del escritorANMIR MARTZ

Paisaje devorado


Una ciudad olvidada,

todos sus árboles están hechos cenizas

mientras que su madera descansa en nuestras ventanas tapizadas,

paisaje devorado

mientras que la casa está esperando

por las migajas de los cuadros.


Aquella pintura evocaba un sueño,

pero en nuestro insomnio

hemos perdido la capacidad de todo,

así que ahora se desvanece en el lienzo

dejándonos su mortaja,

y no nos es suficiente,

no queremos nada, y sin embargo, queremos más,

así que también usamos las cortinas

mientras hacemos un lazo entre los olvidos.


Y todas las casas parecen embrujadas,

serví la mesa,

y el horno jamás sonó,

lo reviso una y otra vez,

pero la manecilla del reloj

se vuelve un alfiler,

se clavan en mis pies

y me vuelven en una bailarina de cuerda

que siempre está retrocediendo,

y ahora en vez de querer salir de la casa,

quiero salir de la caja,

y el telón se cierra,

¿soy libre o inservible?


Espera, que la cena no está lista,

y cada vez es más tarde

y tengo hambre,

camino hacia atrás

para engañar y poder llegar,

y creo que a este punto la cena estará quemada,

no, está terriblemente cruda,

al menos la madera sigue envuelta en los árboles,

pero nos confundimos y los prendimos a ellos

en vez de hacer leña con ellos,

a veces volver al inicio es crear otro final, ¿te desgarra?

y si no se vuelve, nos arrastrará,

somos torturados por cada cosa que hicimos y no hicimos.


Una ciudad olvidada,

el umbral

parece una cosa abismal,

el miedo nos recorre

para no pasar,

¿y quién está del otro lado?

nuestra alma esperando,

¿a la vida o a la muerte?

toma asiento,

que preparé la mesa,

has traído contigo nuestro temblor,

así que la silla se tambalea,

pon las cartas sobre la mesa,

deja tu peso en ella para que se pueda sostener.


Nuestra ciudad olvidada,

el tiempo corrió

solo para paralizar a los relojes

y todavía siguen en las torres,

el tiempo las sostiene

para derrumbarnos.


Y no ha pasado nada que no haya pasado antes,

¿es aterrador o esperanzador?

entonces ¿sabemos qué podemos hacer?

Santiago me contó sobre los árboles que pudieron sobrevivir

a las terribles explosiones,

algunos se regeneran,

en las cenizas se desprenden

como si solo así pudieran salvar a sus semillas,

echan raíces más profundas,

los árboles se mantienen de pie

mientras los humanos somos enterrados,

ellos saben cómo renunciar,

y en el proceso encuentran otra forma de dar,

ramas secas, hojas muertas, frutos caídos,

llamando a los insectos polinizadores,

y vuelvo a decir “naturaleza muerta, volvamos a nuestra tierra”.


Y nosotros también nos entregamos al renunciar,

¿es aterrador o esperanzador?

pero se han desvanecido todos los lienzos

dejándonos nada más su mortaja,

¿quién eres en tu desnudez?,

¿todavía te sientes tú?

aun cuando sí,

sé que yo no puedo llegar hacia ti,

no depende de mí,

pendo de tus lazos

olvidados.


Y ahora reina el silencio,

ninguna palabra parece lo suficiente honorable,

no tienes que arrodillarte

para pedir perdón,

saberse arrepentido

es reconocerse humanamente,

pero tal vez es muy tarde para reparar los daños

¿y cómo saberlo si nunca lo intentamos?

y la mesa está puesta,

¿puedes traer la cena?

la casa está en el paisaje devorado,

cierra los ojos,

encuéntrate al final del túnel,

te llevará de nuevo a las luces de la carretera

y podrás elegir tu destino:

nunca llegar a mí

o nunca haberte ido de aquí.

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