Las estaciones siguen pasando
y nuestros paisajes se van desdibujando,
y debería admitir que
nunca antes había visto un césped
tan verde
como el que rodea tu tumba.
Solo te llevo flores marchitas
para que nada pueda manchar a tu lápida,
quiero que las cosas que perdimos
se sigan conservando,
y debería admitir que
hay ocasiones donde no sé con qué quedarme.
Y nunca trato de hablar contigo,
solo me quedo ahí
en silencio junto a ti.
Y no estoy en busca de la sombra de tu árbol,
pero cuido que la vela que te llevo
no provoque ningún incendio forestal,
mientras tú te encargas que nada apague a la llama,
no quieres que se consuma
de nuevo.
¿Las flores artificiales eran para que duraran para siempre
o para no tener que cuidarlas?
las llamaste flores inmortales,
así que yo te lleve flores marchitadas,
son criaturas trenzadas o prensadas,
bellas y resistentes,
¿alguna vez has sentido como “venganza”
a mi tratado de paz?
No te llevo ningún florero al féretro,
no hay necesidad
de recordar
nuestro vaso lleno,
lo que se derramó
y destrozó,
sabemos que lo tratamos de sostener
como si el agua se pudiera detener,
en el destino de ahogarnos
teníamos que tirar todo por la borda,
las cosas que dejamos atrás
se elevaron por última vez como un salvavidas.
En nuestras fotografías los colores
cambiaron junto con los moretones,
terribles etapas del duelo,
hemos sanado.
Nos busqué entre la neblina,
me quise aferrar a todas las gotas,
traté de ir a lo profundo
y solo crecía el vacío
en el gris de la negación.
Me perdí en nuestros incendios,
todo ardía en mí
así que preparé los fusiles,
no hay mejor bala que la ira,
pero esta también expira,
tú y yo estábamos en la pira
sin saber qué sucedería.
Y me levanté entre nuestros paisajes de color sepia
y el otoño cayó enfrente nuestro,
¡cuánto desprendimiento!
traté de negociar,
pero ya no había nada más para dar.
Me sumergí en lágrimas
y las oleadas de tristeza me golpearon,
me rodeó un azul profundo,
un océano que luego se convirtió en el cielo,
nada como el tiempo que hace cambiar las perspectivas.
Luché con el dolor y el amor
que quedó
sin saber con qué quedarme.
Luché con mis resentimientos
y los sentimientos
sin saber con qué quedarme.
Y firmé nuestro adiós,
pero no sabía con qué parte de la historia quedarme,
después de irme.
Nuestras grietas
se volvieron relámpagos,
somos la unión
de nuestra separación.
Y nunca antes había visto un césped
tan verde
como el que rodea tu tumba,
la visito una vez al año
para decir “feliz cumpleaños”,
no trato de sembrar nada,
ni siquiera te llevo flores vivas,
solo arranco la maleza
y me quedo un momento recordando tu vida en mi existencia
y sigo adelante.
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