Conocí a la muerte en una sala de espera,
pasó a mi lado y me dio una media sonrisa,
su intención jamás fue llevarse la alegría,
solo el dolor que pulsaba en un corazón,
así que lo dejó sin latidos.
Conocí a la muerte en una sala de espera,
abrió su boca tratando de formular alguna palabra,
pero no hacía falta,
entre sus dientes traía mis lágrimas.
Conocí a la muerte en una sala de espera,
le pedí tiempo al Dios eterno
y me lo otorgó,
pero para él la vida es un parpadeo.
Conocía la muerte en una sala de espera
y aquella tarde entré a tu habitación
diciéndote “Merce, te ayudaré a empacar
para saber cómo tendré que vestir a tu fantasma”,
tú lo sabías y yo también,
no hizo falta una despedida,
solo hizo falta más vida.
Conocí a la muerte en una sala de espera,
me dejó ver su rostro…
desde entonces no te he visto.
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