Todas estas noches
he estado apuntado al vacío con la lámpara,
mi sombra me ha abierto el paso,
los abismos se han sellado
y caigo en lo consagrado.
No te pido más
que la oscuridad que me das,
aquello a lo que me he estado aferrando está en las partículas
de polvo siendo iluminadas,
nuestra galaxia de sombras celestiales.
Rayos de luz creándose,
lo inexistente se vuelve cercano,
tus nubes imaginadas
estallan en mis olas marginadas,
la división mía
se encuentra en tu horizonte.
Mi costilla derrotada,
tu sombra alada,
cuerpos nunca creados
en las estrellas que colisionaron.
Profanamos el cielo,
pero profundizamos en el techo,
el castigo de nuestras almas
ha sido ser sombras,
el vacío de un cuerpo
que estalla en la otra espalda,
¿con cuánta indiferencia vamos a seguir cargando?
y caigo,
caigo como la última hoja del árbol,
el abandono
de mi cuerpo creó al abono,
sin mí todo será real,
sin ti yo empiezo a dudar.
Sombras y más sombras,
¿quién podrá reconocerte en ellas?
ni siquiera nuestra galaxia contiene cuerpos,
Dios dijo que no los merecemos,
todo lo que nos corresponde es un olvido.
Así que me aferro a las partículas
de polvo mientras son iluminadas,
me aferro tanto, que he dejado de respirar,
finalmente, he vuelto a ser polvo
y vuelvo al principio de la vida,
a la costilla de Adán
que encaja como los dientes en una manzana,
nada cambia,
otra vez somos desterrados,
jamás enterrados
(no hay cuerpo para hacerlo),
y seguimos buscándonos entre sombras
como si la otra alma
pudiera devolverle su forma.
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