Hace dos meses vi una pluma
colgando de una hoja,
pero el árbol de los hilos está en la ceiba.
Voy hacia allá,
me pongo enfrente
y solo consigo dar con mi retrospectiva.
Y estoy en la glorieta
tratando de reflejarme en la luna.
Y estoy girando,
girando y girando,
a veces danzando.
Y estoy existiendo,
soñando,
y no me recuerdo,
invención en la memoria,
rendición de lo que jamás fue.
El olor al pasto cortado
y las flores en mi espalda,
aplastadas,
¿qué hice con tu tierra santa?
Y había una fuente,
me gustaba correr a su alrededor
y que el agua no me alcanzara,
pero la brisa se sentía en todos lados.
Oleadas de sentimientos,
siempre preferí mantenerme en tierra,
había más en ella,
ya no hay nada allá.
Y el humo sigue en la cocina,
no tengo clara la imagen de ti cocinando.
Todo se desvanece,
mis manos solo saben soltar
y hundo mis dedos en mis ojos,
quiero sumergirme en las lágrimas.
Y hubo un lugar donde yo era feliz,
ya no existe,
pero existo yo
y forma parte mí
o eso he querido creer,
como si inspirara a mi ser.
Ahora que recuerdo,
los lugares en donde eran amables conmigo
había muchos árboles o macetas,
ninguno de esos lugares existen ahora,
o no para mí,
pero he puesto muchas plantas en mi habitación
tratando de darme un hogar,
tratando de ser más de lo que soy,
sentirme, al menos, bien.
He dicho que las plantas son porque soy Mercedes,
trato de darle un significado a ese nombre,
que yo misma he olvidado.
Pero no me llames Ana Mercedes,
quienes me llamaban así
intentaron matarme,
tal vez sí lo lograron,
no la recuerdo,
digo, no me recuerdo.
Yo podía sentir lo que rodeaba,
¿cuándo quedé encerrada en mí?
llevaré flores
solo para enterrarlas.
Puedo sentirte con mi corazón lejano,
arranco una pieza de mí,
pierdo peso
y pierdo el paso.
Pedazos de mí
sin porvenir.
Y nadie viene.
Me miro a lo lejos,
levanto la mano
como si estuviera pidiendo la palabra
y en silencio queda el saludo,
no hubo respuesta.
Madrugadas escuchando gallos,
hago mi día en su canto,
y luego recuerdo aquel lugar de mi infancia,
tu tierra santa.
Dioses presentes
cuando yo me agachaba
a contemplar el jardín.
La verdadera reverencia.
Dioses ausentes
cuando levantaba mi cabeza al cielo,
falsificaron sus almas
y envenenaron las nuestras.
Dioses y más Dioses,
¿en quién crees?,
¿quién te creó?
¿por qué aún en ti creo?
Y yo ni voy a la iglesia
ni a tu tierra santa,
el alma se derrama,
nos cuaja.
Y atrás de tu casa
había un arroyo,
me dediqué a contemplar la lluvia,
después de ti, hubo pura inundación
y más de una vez me he alegrado que ya no estés,
no lo malinterpretes,
por favor.
Arroyo,
me lanzo él,
me empapo,
me convierto en un cauce
o en un alce
que se perdió
no, no sé en qué me he convertido,
tampoco me recuerdo.
Tierra santa,
el cielo abierto,
el sol iluminaba mis pasos
y yo tratando de perseguir a la luna,
a la sombra.
Arroyo,
un abismo,
voy a su precipicio,
vuelvo a mi principio.
Tierra santa,
campanadas de la iglesia
que nadie va.
“Esperamos a Cristo”,
lo dicen en la mesa.
Mesa,
madera,
madera,
madera,
¿por qué la tocamos
si de eso están hechos los presagios?
solo lo tallamos en lo que talamos,
¿por qué deberían de protegernos
las deidades o dríadas?
mi parte favorita de la biblia
es cuando Jesús volcó la mesa,
es una buena respuesta,
ahora mi mesa está vacía,
tu tierra santa está en una ciudad fantasma.
¿Estás en la glorieta
o en el kiosco?
me desvanezco en todos esos lugares
donde estuviste.
La cacaragua del gallinero,
me gustaba ese lugar.
También pienso en aquel sitio para los conejos,
ahora ya no hay nada.
Hace poco estaba pensando
en que no tengo razón para que me agrade el verano,
ya sabes, las muertes de ese tiempo, y mi casa se convierte en un infierno,
entonces recordé que en mi infancia los pasaba en tu huerto,
recogiendo frutos,
trepando árboles,
dando vueltas en tu tierra,
arrastrando el cielo hasta ella.
En algunos de mis sueños han aparecido Marvick y Alba,
bonitas criaturas,
Marvick, en mis sueños, se parece a su papá (que en mis sueños siempre es el mismo)
y un poco a mí,
y Alba tiene un estilo Martínez,
ni siquiera pienso en ellos,
pero si existieran,
los llevaría a tu huerto,
creo que todavía queda algún árbol dando frutos,
jamás fui desterrada de ese lugar, simplemente dejé de ir
mientras me preguntaba a dónde había ido la familia,
yo solamente te tenía a ti,
y a mí.
Me gustaba estar en tus columpios,
pero en las noches me daba miedo
sentía que la sombra de los árboles
se desprendería y me devoraría,
la profundidad de tu tierra santa
a veces me acorralaba.
Y recuerdo que había muchos insectos ahí,
tal vez por eso los aprecio.
Creo que alguna vez apareció
una libelula,
¿o era otro tipo de destello?
Decías que teníamos que respetarlos,
dejarlos vivir y nosotros también vivir,
últimamente me he interesado en la entomología,
y tengo dos insectos conservados,
una cigarra y un saltamontes,
aparecieron muertos en mi jardín
y ahora los tengo en el joyero que me regalaste,
solo estoy prologando su descomposición,
les he colocado flores y nombres,
Cora porque otros le dicen cocora,
Up-de-duper por sus saltos tal vez de tigger,
espero que en sus vidas hayan tenido un trato amable,
no nada más la calidez que suelen buscar.
Y no sé por qué las únicas criaturas
que no te gustaban eran las ranas,
de todas maneras, las dejabas existir en tu tierra santa,
todos eran bienvenidos,
¿por qué dejaste de estar?
Y ya no estoy allí,
pero enfrente de mi casa
hay un par de árboles
bastantes grandes y frondosos,
sus sombras no me aterrorizan,
tal vez es parte de crecer,
un búho vive en ellos,
es un buen vecino,
somos igual de ermitaños,
y aledaños
cuando escalan nuestros peldaños.
“Un monstruo viene a verme”
tal vez pensaba en eso mientras veía las sombras de tus árboles,
pero tú ya no estás,
los árboles permanecen quietos,
pensé en ti cuando vi esa película
y lloré,
supongo que sigo siendo una llorona
y está bien,
hubo bastante tiempo donde no permitía salir ninguna lágrima
y estoy bien ahora, incluso cuando las derramo.
Y me he quitado los audífonos
aunque no he detenido la canción,
y vuelvo a escuchar al gallo cantar
y a unas palomas queriendo arrullar,
así que dejo que me arrullen
y les dejo este canto
de mi invención en la memoria,
rendición de lo que jamás fue,
o tal vez sí,
ya no lo sé,
no me recuerdo.
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