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Foto del escritorANMIR MARTZ

Tormenta eléctrica

Ahora me hago pequeña

con las tormentas eléctricas,

es un miedo infantil

que obtuve a los 23

por una madrugada de septiembre

donde todas mis ventanas cambiaron el paisaje

a un cielo ardiente.


Cada nube se convirtió en una plegaria

y el cielo empezó a abrirse,

las trompetas lejanas

resoplaban al exilio

y marcaban el fin del mundo.


“Mi ventana está dando otra vista,

yo jamás he estado aquí”

y le pregunté a Aldair

que si podía dormir esa noche con él

y me sentí tan pequeña

buscando esa protección en mi hermano mayor

cuando nunca en mi vida lo había hecho,

y en su ventana también se veían las luces

así que tomé mis cosas

e intenté dormir en la habitación de mi infancia,

olvidé que había dejado una túnica allí,

todo en esa noche se sentía como un presagio.


El inframundo se estaba transmutando

y los rayos se volvieron las raíces del cielo,

en esa noche los truenos

fueron el eco de los muertos

y mi silencio empezó a sangrar

convirtiéndose en cera

para las estampillas,

pero no había ninguna carta

y pensé en todo lo que jamás dije.


Los relámpagos

fueron el pulso de la madrugada

y las huellas de mis manos

marcaban las ausencias,

la noche sangraba,

mi cielo era rojo.


La luz se desprendía

y estremecía,

las aves agonizaban,

a las horas vi un arcoíris,

pero ningún pájaro cantó ese día.


Tiempo después recordé

que dos semanas antes de aquella madrugada

había ido por un café con Ricardo

y al ponernos al día

le conté sobre aquella noche de mayo

donde todos sentimos como la luz de un auto

golpeó el lado de mi ventana,

todos vimos en blanco,

el auto a toda velocidad

destrozó la parte que no podía lastimarnos,

pero antes chocó con mi puerta

y al no haber sangre, se nos bajó la sangre,

ese fue otro túnel inmovilizado con luces parpadeantes,

otro viaje que me hace no saber a dónde pertenezco,

y si esa luz cambió el paisaje también,

yo ni siquiera lo conocía bien,

así que no le tomé importancia al estallido

ni a mi alarido.


Y el final de los tiempos

es solo el principio de los tiempos,

las tinieblas sobre nosotros

para que la oscuridad sea creada,

el eterno retorno

que no nos hace recordar haber regresado a ese punto,

parece que jamás nos fuimos de allí,

mas se siente un diferente tipo de vida,

¿sigo respirando?


Y en aquella madrugada de septiembre

temblaron los cimientos

y los detuvieron los techos,

mi almohada se sintió como una piedra,

entonces dormí sobre una lápida

mientras los cielos ardían

y algo decían,

decidí olvidar el presagio,

aunque aún le guardo miedo a las tormentas eléctricas,

ellas me convierten en un ave agonizante

y en una de las trompetas de los ángeles.


 

Ojalá fuera broma y/o poema que me dan miedo las tormentas eléctricas desde los 23.


Moraleja: debo alejarme de las ventanas.


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