Una clase sobre la nostalgia y melancolía
- ANMIR MARTZ
- 18 dic 2024
- 3 Min. de lectura
Hoy en una clase que tomé
me pidieron escribir una historia nostálgica
y otra melancólica,
llené la hoja de puras tachaduras,
todo se sentía fuera de lugar,
está bien, así se siente la nostalgia y melancolía.
Tenía solamente cinco minutos para escribir
sobre el tiempo perdido,
y por primera vez, mi mente quedó en blanco,
como si pudiera borrar el pasado,
como si pudiera borrarme de lo que no pasó
y marcó mi paso
descaminado.
Mis compañeros compartieron sus experiencias,
se abrieron de cómo, en ocasiones, han sentido que se han cerrado sus vidas,
se llegó a la conclusión que la reflexión es un desgarramiento,
por eso se consideraba que los genios eran melancólicos,
pero nosotros somos demasiados tontos
tratando de aferrarnos a lo que quedó
de lo que ya no está.
Hablamos de los colores
que han sido utilizados para la melancolía,
azul y negro,
los tintes del tiempo
que ya no saben pintar el presente,
y a su vez, cómo al decolorar lo brillante
encontramos matices.
El profesor nos puso dos presentaciones
de las cuatro estaciones,
una de Vivaldi y la otra de Ritcher,
nos pidió hablar de las diferencias,
una compañera sí tenía conocimientos musicales,
habló, entre tanto, del tempo,
nosotros del tiempo.
Las aguas están revueltas,
pero no son olas,
ellas vienen y van,
tienen temporalidad, como todo lo que va pasando,
es el pasado el que siempre está cambiando,
en él no podemos reflejarnos,
mas queremos contemplarlo
y que el vivir luzca parecido
a lo que ahora es extraño.
“El pasado está gritando”, dijeron,
en silencio me quedé pensando en eso,
honestamente no recuerdo ninguna de las voces
de las que alguna vez me hablaron,
y sé que hay voces que no volveré a escuchar,
¿quieres mi honestidad y que te diga que es lo que suelo extrañar?
eso no va a pasar.
Y el pasado está gritando,
llorando como el bebé que alguna vez fuimos,
resuena en toda la casa,
pero ya no estamos en casa,
no hay manera de escucharlo,
solo sentimos su llanto en nuestra garganta,
y queremos gritar como él,
pero ya no somos eso.
Y el pasado grita y llora
como el bebé que alguna vez fuimos,
nos pide que lo consolemos,
no podemos hacerlo,
el pasado nos heredó la orfandad,
tranquilo, que crecerás
y olvidarás.
A veces el pasado todavía exige
lo que no pudimos darle,
y en su venganza
toma la delantera,
nos cierra,
no la herida,
y necesitamos articular la tristeza
aunque sea en un poema,
solo así sanaremos un poco,
y me es suficiente el poco.
Atisbos de la muerte,
¿abismos?
Dijeron que el ser melancólico
era alguien que quería saber más
de lo que tenía enfrente,
y consciente de su vida
es consciente de su muerte,
lucha con el tiempo,
mi compañero Jorge
dijo que entonces extrañamos en ocasiones el pasado
porque había más vida ahí,
más tiempo,
más allá de las ocasiones donde nos sentimos eternos,
cada vez estamos más cerca de la muerte.
“La lucha contra el tiempo”, dijeron,
y escuché el tick, tick, tick, tick,
y de pronto la explosión
de Jon
y cada guión,
sí, suelo pensar mucho en él,
yo nací un día 30,
por su culpa quiero llegar a los 30,
y ahora pienso en mi vida,
aunque mi ambición no es llegar a la cima,
sino un horizonte y la tranquilidad.
Y recitaron poemas de Pizarnik y Ajmátova,
tomé apuntes sobre poetas que no conocía
y otros que ya había leído,
como Baudelaire, Auster, Proust, Shelley, Pessoa,
y este año ya casi se acaba,
y guardo un poco de esperanzas,
quiero aprender más y hacer una mejor obra,
representar mejor la poesía,
darme una mejor representación,
no tan patética.
Y honestamente siento más apatía
que nostalgia,
¿y qué es el tedio
sino una melancolia?
y estoy bien.
El maestro nos puso el grabado “Melancolía I”
de Alberto Durero,
mencionamos sus símbolos,
¿hay algo que nos perdimos?
Y llené un par de hojas con apuntes sobre la melancolía
para que pasara desapercibido mi hoja con tachaduras,
está bien, así se siente la nostalgia y melancolía,
siempre tratamos de ignorarlo y ocuparnos de algo más,
mira, está pasando la vida
y esto también pasará.
Al rato comparto mi apunte, nomás porque está lleno de tachaduras y no estoy diciendo nada que no debo (de hecho, no estoy diciendo nada).
Ultimamente escucho mucho las voces de Porchia, así que pondré esta:
“Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo” Antonio Porchia
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