Una palabra
- ANMIR MARTZ
- 31 ene
- 1 Min. de lectura
Una palabra viene persiguiéndome,
entonces me encierro
y parece que solo lo hago
para seguir escuchando sus ecos golpeando.
Una palabra viene persiguiéndome,
se arrastra ante mí
y parece que solo lo hace
para simular mi sombra.
Una palabra viene persiguiéndome desde hace tiempo,
desenmascararla provocaría arrancarme los ojos
y no tendría sentido
si el sentido
de la audición
se volvería más escandaloso.
Voy en busca de otras palabras,
Dioses u oráculos,
que me hagan interpretar sus mensajes
y yo puedo aniquilar la palabra,
necesito otras letras, fórmulas,
para descubrir que no me forma,
solo me aterra como lo inevitable.
Viene persiguiéndome,
toma todas las formas posibles para vampirizarme,
me entrego
y las palabras ya no significan nada,
nada tiene significado,
no me arranque los ojos,
entonces trato de ver algo deslumbrante,
aferrarme.
“A veces una palabra se instala en el hueco de la frase y no quiere irse. No es la palabra elegida, no es la más adecuada. (…) La palabra se aferra al hueco, echa raíces, ha logrado entenderse con las otras palabras. (…) De noche abro las cortinas esperando que aparezca la otra, pero no es el aire quien la trae. Abro los grifos del baño y la cocina, pero el agua tampoco trae noticias para mí.
Eduardo Chirinos en No puedo concebir ese poema sin ella de Naturaleza muerta con moscas (2016).
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