Para que el trago
no fuera tan amargo
lo revolví con un cuchillo,
y para protegerme del filo
con sangre tuve que cubrirlo.
El cuchillo contra el cristal
sonó como las campanas
y nosotros no hemos hecho más
que anunciar nuestra propia muerte en cada soplo,
así que me ahogo
antes de que llegues a asfixiarme.
Esos colmillos siguen sedientos,
déjame cortarte la lengua
para salvarme de esta red de mentiras,
déjame caer en algo real,
al menos me podré salvar de esa manera.
Aquí viene una decepción más
y la espero tanto, que he decidido quedarme,
esta parece nuestra batalla final
y he cambiado el acero por el deseo
de que no vayas a dañarme.
¿Confundiste mi espalda
con una aljaba?
dirás que jamás jalaste la cuerda
y tienes razón,
mas nunca soltaste la flecha de tu mano.
Comentarios