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Foto del escritorANMIR MARTZ

Domingo

Mi cama está frente a la ventana,

el sol me hace despertar y molestar,

mi cortina tiene años sin poderse deslizar,

es más fácil que entre sus rieles

pasen trenes,

siempre se me está haciendo tarde,

pero nada me espera y yo no espero nada,

dejo las cosas como están

y me dejo a mí misma quién sabe dónde.


Me doy la vuelta

y el dolor recorre parte de mi cuerpo,

quiero quedarme todo el día acostada,

pero no aguantar el dolor

está haciendo que me levante,

las escaleras me parecen eternas,

me sostengo de las paredes

como siempre

y esta vez sí puedo llegar,

tomo una pastilla

y me sirvo agua,

luego la convierto en una compresa

para que una a mis huesos.


Desayuno,

nunca lo hago,

solo estoy esperando que la pastilla

haga efecto.


Mi cuello y espalda

se llenaron de nudos

que la cama ataba,

toda la madrugada

luché por encontrar un punto

donde no se extendieran

y cuando lo hice,

el sol explotó sobre mi cara,

y al darle la espalda,

todavía podía ver cómo iluminaban toda mi habitación,

inútiles mis esfuerzos,

pero en este día no me quiero sentir un fracaso.


En mi jardín hay una cigarra muerta,

la levanto y limpio,

me pongo a llenar un frasco con alcohol,

pienso en las entomólogas que hace poco leí,

¿tan pronto me han puesto a prueba?

entonces hago mi primera conservación

con cuidado y con cariño,

anoto la hora: 12:47 p.m.

mañana estará lista.


No sé por cuántas noches escuché su sonido,

el silencio de las madrugadas hace creer que todo está cerca

y ahora que la cigarra está en un frasco junto con mis libros

extraño su canto,

¿se quedó con cosas sin decir?

su silencio revivirá.


Vuelvo a mi cama,

el dolor se ha calmado,

entonces me acuesto

y duermo sin ponerle atención

a ningún sueño.


Me despierto de golpe

y me doy cuenta que la espalda

no está doliendo tanto,

me cambio de ropa

ahora que me puedo estirar,

y salgo a caminar al mini bosque

que está enfrente de mi casa,

busco al búho de siempre,

que ayer estaba

sosteniendo la rama y mi mirada,

esta vez iba preparada con una cámara,

no vi nada más que árboles,

pero escuché a las palomas moviendo las alas u hojas,

contemplé la vida que ocurre en los árboles frondosos,

los seres que se ocultan en ellos,

a la próxima llevaré una libreta y pluma,

siempre hay algo qué anotar.


Sin importar el dolor del cuello,

levanté la cabeza

hacia la corona de los árboles

y los seres que reinan en ellos,

el cielo estaba oscureciéndose,

el búho no dio ninguna señal,

estaré por aquí,

él también,

nos volveremos a ver.


Los domingos pueden ser nostálgicos,

no sé el porqué hoy no me siento así

aun cuando lucho por no perder la cabeza

mientras el cuello parece que se está desprendido.


En el 2016

la mayoría de los domingos lloraba,

la razón no importa ahora

y puedo hacer una lista de domingos significativos

para bien o para mal,

y no habría ninguno de ese año,

siempre era el mismo evento que algo estallaba

y no importa ahora.


Y desde hace un año

los domingos son el día para regar mis plantas,

me ocupo de mí y de algo más,

supongo.


Voy a mi estante

y tomo “En los días tristes no se habla de aves”,

mientras leo, hago apuntes,

queriendo luego escribir poemas al respecto.


Días tristes, aves,

el año pasado mientras lloraba en mi terraza

y terminaba de contar sobre mi pena,

un pecho amarillo se posó enfrente de mí,

no se llevó mi tristeza,

me entregó algo más.

Creo saber el porqué me sentía así,

lo sé, porque todavía me importa,

y no importa,

estoy bien,

mientras escribo esto de madrugada

se escucha un insecto cantar,

de esto justamente estoy hablando,

me lleno de momentos así

entre las cosas que aún puedo creer que tienen alma

y la vida vuelve a sentirse vida.


 

Domingo 10 de noviembre.

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